Tiempos de Guerra y Paz, tiempos para luchar o doblegarse, para seguir en la pasividad o unirse a la revolución, para cerrar los ojos o para abrirlos como platos y no ser capaz de cerrarlos nunca más, para creer, para olvidar, para recordar, para aprender...
Tiempos para dejar de mirarse el ombligo, para ver más allá de nuestra nariz, para descubrir quién camina a nuestro lado, quien huye, quien se resigna, quien te espera en el camino y quien lo abandona. Tiempos para escoger un rumbo, para tratar de ser fiel a tus creencias, a tus principios, a tu verdad por duro que resulte, por mucho que duela. Es fácil ser honesto y "legal" cuando el viento sopla a favor, cuando no faltan víveres en la expedición, cuando conoces el destino y divisas tierra firme. Hace tiempo que el viento amainó, que la tierra prometida quedó atrás, que los víveres escasean, pero es el momento de elegir. Elegir rumbo, alzar el brazo y tratar de encontrar la brisa que te lleve a puerto, de arrojar lastre de la embarcación, de estar dispuesto a hundirse con ella si es necesario, de conocer a tu tripulación, de amotinarse, de arrimar el hombro, de curtirse bajo un sol abrasador que, al mismo tiempo, fortalece tu piel.